martes, 13 de enero de 2009

Y el concurso se acabó...

… Y en él quedan las visiones particulares de 344 personas sobre 2008. Las alegrías de unos, las tristezas de otros... los sueños de casi todos.

Pero desgraciadamente este concurso ha ido parte de su camino acompañado de la palabra trampas. Durante su transcurso preferí mantenerme al margen y ni siquiera publicar comentarios en los que se me culpaba directamente de ello, básicamente por no querer entrar en una polémica que creía innecesaria.
Así pues, finalizado éste y ya que se me sigue acusando, considero que ya es hora de aclarar ciertos aspectos.

Todo comenzó el 19 de diciembre, alguien (por supuesto bajo la "enorme valentía" que supone escribir bajo el anonimato) comentó: “Que suerte, no te han penalizado, espero que no lo hagan”. En su momento no le di importancia, más que nada porque era un copia y pega que pude ver también escrito en otros blogs.
Sin embargo, y tan sólo un día después, recibía: “Creo que alguien está haciendo trampas… Pero te tengo pillado. Je. Todo a su tiempo”.
A esto le siguieron, insisto, todos, anónimos: “Me parto, votos continuos distribuidos uniformemente las 24 horas del día. Menos mal que hay un jurado, porque imagino que no te pillarán la trampa”, “Pssst. Pssst, diles que paren ya con los votos automáticos que se va a notar (más), porque esta noche no va a haber nadie en el mundo que en vez de cenar y divertirse se siente ante el ordenador”, “Casi 2000 votos un blog que no pasa de 40 comentarios???? No has hecho ni trampas ehhhh”...




La insidia fue más allá e incluso finalizado el concurso alguien seguía (y sigue) ocupando su tiempo en dejarme mensajes del mismo tipo. Esa “obsesión” ya empieza a parecerme hasta preocupante.

“¿Y ahora qué, también tienes votos automáticos cada diez minutos entre el jurado? No diré que es el peor post de los 20 primeros, porque salvo tres o cuatro en general son todos muy malos. Pero hasta debería darte vergüenza que un post tan mediocre duplique en votos al segundo, sSe nota demasiado el tongo.
Está claro que la gente lee poco y ‘poemario de aliteraciones’ y bobadas parecidas los dejan obnubilados (o los comentarios también te los escribiste tú, dado que censuras los que te conviene…).
En fin, desprestigias el concurso y a tus (presuntos) lectores y votantes con algo tan malo. Ahora veamos si el jurado es imparcial.”
1. Mi votación ha sido completamente legal. De hecho creo que fui la primera persona que en cuanto vio irregularidades avisó a la organización del concurso.
2. ¿Vergüenza? Ninguna la verdad. Si a ti no te gusta mi relato me parece perfecto. Quizás si yo leyese tu escrito tampoco me gustaría, o quizás sí. ¿Quién sabe? Aunque claro, como no das la cara es un poco difícil que se pueda resolver esa duda.
3. Sí, los comentarios (todos) son míos. Pero eso es algo que ya no hacía falta aclarar porque de los 41 comentarios, 27 son de bloggers con nombre y apellido, por lo que es evidente que fueron todos escritos por mí.
4. Encuentro una posible contradicción. Si desprestigio el concurso presentando un texto tan tan tan malo, salvo esos dos o tres que, según tú, son los únicos buenos, los demás también lo estarían haciendo, ¿no? Y creo que a ellos no les has ido dejando comentarios sobre lo penosos que son escribiendo y lo avergonzados que deberían sentirse, no entiendo entonces esa “deferencia” conmigo.


“Bastaría con que comprobaráis las ips o el intervalo entre un voto y otro para confirmar quien ha hecho trampas.”
> Es exáctamente lo que hemos hecho. Los votos que han quedado reflejados al final están LIMPIOS.
Palabras textuales de Manuel, uno de los responsables del concurso. Después de esto yo no tengo nada más que añadir en referencia a este tema.


Para finalizar me gustaría dar las gracias a todas las personas que han perdido su tiempo leyendo mi relato, a las que lo votaron y a las que no, a las que le hablaron de él a sus amigos y a los amigos de sus amigos, a los competidores que entendieron la rivalidad de manera sana, a la ganadora del año pasado que consiguió emocionarme con sus palabras, a quien tiene tanta fe en mí que ya se veía en Nueva York con un gorro orejero y una chaqueta de leñador de cuadros y con coderas, y también, por supuesto, al protagonista de esta historia.